Promovemos una visión rigurosa e integral del arte, acentuando el diálogo entre sus distintas formas de expresión, su relación creativa con las nuevas tecnologías y la reflexión teórica.

Desde

1968

El Instituto de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso se propone como un lugar académico donde se enseñan los lenguajes del arte y se fomenta el estudio reflexivo de sus fundamentos, sean estos los más tradicionales (pintura escultura, grabado, dibujo), las artes de la palabra o las artes mediales más contemporáneas, a través de cuya conjunción y diálogo se busca promover un espíritu creativo asentado a la vez en la formación tradicional y en la experimentación.

Esta perspectiva pedagógica, en la que la enseñanza de la práctica artística va siempre acompañada de la penetración teórica de sus fundamentos, ha sido

sintetizada con el mote o lema de diálogo entre el pensar y poetizar, título también de la principal publicación teórica-creativa del Instituto de Arte.

El desarrollo de un conocimiento crítico del arte y el fomento del ámbito propio de la creación artística con las luces del conocimiento es fundamental además para consolidar el papel del arte al interior de una institución académica que irradia su labor a la universidad, a la ciudad y al país.

Esta misión general del Instituto de Arte se traduce en la formación de un tipo de licenciado en arte cuyo sello es la experiencia práctica y reflexiva de la creación artística.

Nos proyectamos como una de las instancias académicas nacionales más importantes en el estudio de la Teoría del Arte y la Creación Artística. El Programa de Licenciatura prevé un alto grado de incidencia en el ámbito cultural del país, por cuanto representa una instancia no considerada por Licenciaturas en desarrollo en otras universidades.

Así pues, un alumno que egresa de nuestro programa debe ser capaz de:

  • Abordar la práctica artística como una articulación de pensamiento y creación.
  • Reconocer y articular de manera original los distintos discursos de la producción artística.
  • Desarrollar sus facultades artísticas de manera integral, a través de la experiencia de diversos talleres como la escritura creativa, la plástica y los nuevos medios digitales.
  • Desarrollar un carácter versátil en términos expresivos que le permita situarse en un mundo complejo, donde las tecnologías de expresión se renuevan incesantemente.
  • Constituirse en un agente protagónico de los quehaceres de nuestra sociedad, respondiendo desde un compromiso ético a las diversas realidades que enfrenta con capacidad crítica y sentido social.
  • Participar activa y originalmente en el mundo artístico y cultural.
  • Aportar al desarrollo de la disciplina a través de la docencia y la investigación.

Historia

Fundado el año 1967 como un centro de docencia, creación e investigación sobre materias artísticas, el Instituto de Arte imparte actualmente los Programas de Bachillerato y Licenciatura en Arte y tiene además una sólida presencia en el Programa de Formación Fundamental de la Universidad. Como parte de su política de extensión, imparte asimismo un Programa de Diplomados, dirigido a una comunidad más amplia que la universitaria.

En términos formativos, el Instituto de Arte promueve entre sus alumnos una visión rigurosa e integral del arte, acentuando el diálogo entre sus distintas formas de expresión (artes visuales, audiovisuales, escritura creativa), su relación creativa con las nuevas tecnologías de representación y la reflexión teórica sobre los presupuestos que subyacen a las producciones artísticas.

1967

Primera Época

Terminado el conflicto de la reforma universitaria de 1967 en la Universidad Católica de Valparaíso (hoy Pontificia), como cumplimiento de la promesa de una nueva modalidad de la entrega de saberes, se fundó en ese año el Instituto de Arte. No nacía sin fundamentos, pues desde la Escuela de Arquitectura se transformaba para la nueva fundación su Instituto de Arquitectura, que aunque sólo tenía existencia en las actividades voluntarias de algunos miembros de esa escuela, reunía a un núcleo poético-artístico fundamental para la ampliación y conformación inicial de un Instituto que fuera en esta ocasión reconocido por la universidad para su dedicación a la poesía y el arte. 

Desde su inicio los artistas y académicos que procedieron a la fundación establecieron que aquellos profesores que impartieran las diversas maneras del arte fueran ellos mismos artistas en sus debidas especialidades, de modo tal que en la actividad que realizaran con los alumnos se hiciera presente la peculiaridad del obrar de los distintos modos artísticos. El Instituto desde su inicio no tendría alumnos propios (un cambio esencial sobre esto se llevó a cabo bastante más tarde) sino que todos los que estudiaban en la universidad podían serlo, merced a los recientemente creados cursos de estudios generales, propuestos por los distintos institutos y escuelas que la Reforma había establecido. Estos fueron posteriormente, sin cambiar sus procedencias, reunidos en un Programa de Estudios Generales, actualmente llamado Programa de Formación Fundamental.

Fueron miembros iniciales del Instituto de Arte artistas y académicos a la vez, el poeta Godofredo Iommi, el arquitecto Alberto Cruz (posteriormente Premio Nacional de Arquitectura), el escultor Claudio Girola y el pintor Francisco Méndez. Ellos esencialmente configuraron la idea nuclear consentida por todos, de incorporar principalmente, por primera vez en el contexto nacional, a la poesía y la meditación poética sobre América Latina. Así nacieron las primeras obras, que reunían a todos los talleres de las diferentes artes del Instituto, llevadas a cabo y presentadas por profesores y alumnos, con la tuición poética de la sección poesía, donde la voz y figura de Godofredo Iommi y la dirección de Alberto Cruz eran esenciales.

Fueron llamadas Odas, y junto a los guiones poéticos, recitados por un gran número de alumnos, aparecía la música, alguna vez de compositores como León Schildowsky y la adecuación de Fernando Rosas, o del amistoso conjunto de los Jaivas. Posteriormente Alejandro Guarello, músico en esa ocasión que quiso incorporarse por amor al arte, trajo para su dirección a Congreso para hacer presente la música en la que fue la última oda, que se presentó en Valparaíso, en el año 1975, durante el gobierno militar.

Pero hay que decir que junto a la manifestación de la música se sumaba desde el inicio con gran poderío la de la pintura, la escultura, el teatro, el cine, la arquitectura, todas ellas expresándose desde esas secciones propias del instituto en un espectáculo multimedial que se concentraba en un teatro u otro lugar público. Las odas, en general, requerían la mayoría de los esfuerzos artísticos de la institución, lo que no significaba que por su parte los diferentes talleres no realizaran obras propias que tenían un carácter común y de elaboración amplia y de enseñanza intensamente artística para personas que estudiaban centralmente en otras disciplinas, como sucedía por ejemplo como el taller de pintura de Francisco Méndez, que pintó murales en diferentes lugares de Valparaíso y que tuvo como una de sus culminaciones años más tarde la creación del Museo a Cielo Abierto en el Cerro Bellavista, en el que participaron los diseños de los más connotados pintores de Chile en esas instancias, diseños que fueron llevados a cabo en murales por los alumnos del taller correspondiente del instituto.

Todo lo anterior no fue posible llevar a cabo en esas ocasiones sin la fundamental labor de los artistas y académicos llamados a colaborar desde el inicio del instituto, y que cumplían la condición ya explicada de ser a la vez artistas y académicos, y cuya visión poética y artística enriqueció la figura del instituto. Fue así como estuvieron llamados desde ese comienzo los poetas Virgilio Rodríguez, Leonidas Emilfork, Ernesto Rodríguez y Adolfo de Nordenflycht; los escultores Alberto Arce y José Balcells; los directores de teatro Oscar Stuardo y Carlos Patillo; los cineastas Raúl Ruiz (posteriormente Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales ) y Gastón Bonizzoni; el arquitecto Raimundo Irarrázabal; los músicos Carlos Poblete, Roberto Escobar y Fernando Rosas (posteriormente Premio Nacional de Artes Musicales).

Durante todo este primer período, que podríamos llamar la Primera Época, los profesores del instituto dictaron seminarios y talleres, junto con talleres integrados en las Odas, cuyo propósito original era que todo alumno de la Universidad Católica que tomara algún curso del instituto tuviese al menos una vez durante su carrera una experiencia artística real que contara para su vida.

Para culminar esta presentación de la época primera del instituto cabe destacar algunas actividades académico-artísticas realizadas entonces. Así, está el ciclo de las Odas –“Oda Náhuatl de América”, “América, Oda Sin Patria”, “América: El Camino No Es El Camino”, “Edipo Rey” según la traducción del griego de Federico Hölderlin, “Oda a Clío”, “América, Pasacalle De La Catástrofe”. También se realizaban una serie de actos poéticos en la ciudad, a cuya elaboración concurrían todas las áreas del instituto participando en ellas tanto profesores como alumnos.

Esto se llevó a cabo hasta cuando las reuniones masivas fueron prohibidas. Igualmente se llevaba a cabo un ciclo de poetas en traducción, en el que se leía a poetas en el idioma original y traducidos, en lugares públicos de la ciudad donde se presentaba la lectura de aquellos autores universales realizadas por los poetas del instituto y las personas que ellos conseguían para que leyeran en el idioma original los poemas que habían sido traducidos. En estas presentaciones participaban diversamente algunos talleres del instituto. La realización continua de gran número de murales en distintos lugares de Valparaíso, era otro hito visible del instituto.

1995

Segunda época

Luego de estos inicios, sobreviene lo que podemos llamar una Segunda Época, marcada por un cambio substantivo en las condiciones de la universidad y de la sociedad chilena. El aspecto de arte público del instituto no se llevó a cabo en esta era, y cursos y talleres siguieron desarrollándose en una vía académica y poética más tradicional. El instituto iba perdiendo vigor. Esto fue así hasta que ya tardíamente para entonces, en el año 1995, 28 años tras la fundación, el poeta y profesor Virgilio Rodríguez, a la sazón Director del Instituto de Arte, convocó a una nueva generación de académicos con el fin de reorganizar el instituto, que había dejado de albergar, por razones diversas, a un número significativo de sus profesores fundadores o de la Primera Época. 

Junto a profesores que entonces eran parte del instituto, como Francisco Méndez, quien había sido por largos y difíciles años su Director, Leonidas Emilfork, quien estaba de vuelta tras una prolongada estadía en el extranjero, Mario Ferrer, connotado técnico cinematográfico y notable profesor, Enrique Mastrantonio, arquitecto, Dionisio Escobar, hombre de teatro, Ernesto Rodríguez, que retornaba en algunos cursos, y el mencionado Director, se unió un grupo conformado principalmente por poetas y teóricos del arte, como Sergio Madrid, Bruno Cuneo, Arturo Durán, Enrique Morales, Pablo Oyarzún, Francisco Cruz, Alfonso Iommi, Christian Miranda.

Luego de pocos años de convivencia intelectual, este conjunto de antiguos y nuevos profesores, al que se había unido ya el poeta y arquitecto Juan Ignacio Balcells, configuró un programa de Bachillerato en Arte, dada la ya imperiosa necesidad de contar por primera vez con alumnos propios. Este se llevó a cabo sin abandonar el instituto su vocación primera manifiesta en la participación hasta hoy día decididamente en el Programa de Estudios Fundamentales de la Universidad.

Otro momento de trascendencia lo constituye en esta Segunda Época de nuestra institución, una vez ganada la experiencia de cinco años de Bachillerato en Arte, la ampliación de ella en la nueva postura: la conformación de una Licenciatura en Arte. Ello se posibilitó en 2003, cuando el instituto se encontraba más que maduro para asumir, la presentación y enseñanza de la tarea artística propia de las vanguardias y de los desarrollos contemporáneos del acto creador. Con todo, se podía vislumbrar que las dos herencias del proyecto fundacional del instituto, tanto la formación integral en contacto con la materia artística como la presencia constante de lo poético y su transversalidad en lo ciudadano, en vez de desaparecer y alentar la tendencia general de la enseñanza superior a la especialización o a la profesionalización, fueron potenciadas en el nuevo proyecto, que optó de esta manera por no ofrecer menciones ni títulos profesionales.

La tarea renovada consistía en establecer vigorosamente la difícil ecuación (o fórmula, para usar el término que nos fue adecuado por el poeta Rimbaud) de arte y disciplina en el lugar propio de la universidad. No sólo, entonces, se daba cabida a una experiencia artística dentro de la formación de estudiantes de otras carreras como al inicio del instituto, lo que se continuaba en el Programa de Estudios Fundamentales, sino que se impulsaba un proceso de estudio y obra de cuatro años de duración, cuyo centro seguía siendo precisamente la experiencia integral e integrada de la práctica artística, la que requería del alumno idealmente su vocación, atención, empuje artístico y compromiso. En este programa se añadieron, por demás, nuevas áreas de formación, como el área de Teoría del Arte, de Historia del Arte, así como el área de Plástica (Pintura y Escultura) y Medios (Fotografía y Video Creación).

2017

Tercera época

Casi como en un recuento escatológico, identificamos un tercer momento importante en el instituto, puesto que en 2015, el Consejo de profesores del Instituto de Arte aprobó un nuevo plan curricular para el Programa de Licenciatura en Arte, el que comenzaría a impartirse a partir del año académico 2017.  Esta reforma, junto con introducir en el currículo la formación por competencias, ha acentuado el campo propio de tres aspectos conceptuales que van a garantizar la coherencia pedagógica o formativa de dicha reforma.

El primero de los tres aspectos viene a ratificar la convicción que guiara la implementación del Programa de Licenciatura. Esto es, que aquello que diferencia al arte de lo que es la artesanía se comprende en el hecho de que en lo artístico la competencia técnica, altamente valorizada en el logro artesano, va siempre acompañada de una penetración teórica de los fundamentos de lo producido, lo que se ha podido vislumbrar en un diálogo entre el pensar y el poetizar (estos dos últimos términos le dan título a la revista del Instituto de Arte), lo que entrega una visión poética para la elaboración de la obra artística que está predicha en palabras del poeta Jean Arthur Rimbaud: “…que la canción es tan pocas veces la obra, es decir el pensamiento cantado y comprendido por el cantor”. De ahí el esfuerzo debido por una teoría poética para la vida artística.

En segundo lugar, el proyecto formativo que trazamos garantiza un equilibrio entre la enseñanza de las prácticas artísticas más tradicionales, como la pintura, el dibujo, el grabado y la escultura, y las prácticas artísticas más contemporáneas y experimentales, en el entendido de que lo importante consiste en promover un espíritu creativo que se asiente a la vez en la tradición y en la experimentación, en la libertad consciente de la obra y su solidaridad con los otros esfuerzos de creación tanto en el presente como en el pasado.

Finalmente, el tercer aspecto tiene que ver con las modificaciones estéticas y técnicas que introduce en nuestra época la revolución digital, frente a la que el nuevo currículo incorpora una línea de cursos en los que no sólo se enseñan las necesarias tecnologías digitales, sino que se promueve la apropiación creativa o artística de esas tecnologías, que por lo general han surgido primariamente como propias de un ámbito bélico y se puede decir que portan por lo mismo en sí una fuerza destructiva que el arte en otro ámbito es apto para transformar en una fuerza creativa.

Para la implementación del nuevo plan curricular que el instituto propuso en 2017, cuenta con un grupo académico integrado por las dos generaciones anteriores y por una nueva generación de profesores, varios de los cuales, como Guillermo González: cineasta y fotógrafo, Amalia Cross: historiadora del arte, Constanza Jarpa: artista visual , Consuelo Rodriguez: artista visual, Ramón Aldunate: fotógrafo, Daniel Lagos: grabador, Macarena García: teórica del arte, y Cecilia Bettoni: teórica del arte, se formaron en nuestras propias aulas, realizando posteriormente estudios de posgrado.

Se puede decir, siguiendo la hermosa trayectoria poética inventada por un poeta fundamental para la visión poética del instituto, Guillaume Apollinaire, que hemos querido ir desde la tradición hacia la invención, y desde el orden tender a la aventura. Así, este instituto confirma, desde la universidad, su vocación poética, artística y de acción.